Liderazgo colaborativo para un alunizaje exitoso: teoría de la mente, batallas y grandes amores

Solemos pensar que las grandes empresas, las grandes ideas, deben venir de lugares insólitos o por causa del destino…

Pero, en realidad, no siempre es así. A lo largo de la historia tenemos varios ejemplos de eruditos de lo ordinario… O mejor dicho, de lo (extra)ordinario. 

De carne y hueso: nos forjan las batallas

Los grandes hitos de la historia tienen en sus raíces las vidas de seres humanos, de carne y hueso, con miles de historias, experiencias de alegría y dolor.

Isabel Sánchez, en su libro Mujeres brújula en un bosque de retos, se refiere a la particular forma en que Damien Chazelle en su película First Man narró la historia de Neil Armstrong, no desde lo que se apreciaba hacia afuera, a través de los medios de comunicación y los avances de la ciencia astronómica, sino en el interior de su hogar, lleno de sueños, experiencias y batallas personales.

Al igual que cualquier niño, Armstrong empezó a tener aficiones desde pequeño. Desde los 8 o 9 años empezó a interesarse por la aviación… Había podido leer sobre aeronáutica y le fascinaba construir maquetas de aviones con diversidad de diseños. 

A medida que crecemos, vamos reconociendo eso que nos llena de ilusión. Isabel Sanchez llama a esto un norte, que descubrimos al ajustar nuestra brújula interior, eso que nos apasiona, que nos da fuerza para continuar

A los 16 años, junto a sus compañeros scouts, Armstrong visitó el observatorio de uno de sus vecinos, y nació en él la ilusión de pisar la luna, que se veía tan cerca desde el telescopio reflector que había podido usar.

Liderazgo: no es cuestión de suerte 

Su familia no tenía medios para pagar sus estudios, así que, para poder iniciar la carrera de Ingeniería Aeroespacial en la Universidad de Purdue, Neil Armstrong aceptó una beca de la Marina estadounidense y debió interrumpir la universidad para prestar servicio militar

Inspirado por las hazañas de los astronautas norteamericanos que se encontraban en la carrera por la conquista del espacio con la Unión Soviética, pidió ingresar a la NASA.

Después de 4 años en la NASA, le confiaron el mando de la misión Gemini VIII, que lideró con éxito, aún enfrentándose a un aterrizaje forzoso en el océano pacífico.

Gracias a su desempeño, Armstrong fue nombrado como comandante del Apolo 11, una misión que llevaría al hombre a la luna… El gran sueño de este cosmonauta.  

Como se explica en una publicación del Planetario de Aragón, el entrenamiento de los astronautas que participaron en esta misión fue exhaustivo, implicó más de 84.000 horas de trabajo. 

En estas horas se realizaron diferentes simulaciones: de gravedad lunar, pilotaje para el aterrizaje lunar y expediciones geológicas. 

Además, la preparación para la comunicación entre los astronautas y el centro de seguimiento de la NASA requirió casi 10 años de trabajo.

El resultado final, visible, de todo proyecto es solo la punta del iceberg. Detrás, encontramos largas horas de trabajo y el esfuerzo conjunto de un equipo, que con paciencia se preparó para lograr un objetivo común apasionante.

Teoría de la mente: la técnica no es suficiente

Neil Armostrong reconocía que era el trabajo en conjunto del equipo de más de 400.000 hombres y mujeres el que había hecho posible el programa Apolo y la hazaña del alunizaje.

En la serie 13 minutos en la luna, realizada por la BBC, se hicieron entrevistas a varias personas que participaron del programa Apolo 11, quienes comentaron que en su mayoría fueron contratados jóvenes de diversas disciplinas: físicos, matemáticos, ingenieros y de campos necesarios para el desarrollo de la misión. 
Estos jóvenes, aunque conocían los riesgos, no tenían miedode aventurarse y de asumir este reto sin precedentes, dispuestos a poner en práctica soluciones innovadoras.

Gene Kranz, director de vuelo encargado de dirigir los equipos de ingenieros que se encontraban en el centro de control de la NASA, afirmó que una habilidad crucial para la misión no solo era el conocimiento de los sistemas, sino también conocer a las personas, para reconocer de inmediato, con solo un cambio en el tono de voz, si había algún problema.

En el proceso de conocer a nuestro equipo de trabajo, juega un papel clave una habilidad que poseemos todos los seres humanos, la llamada: Teoría de la mente, que nos permite identificar las intenciones y sentimientos de los demás

Cuando realizamos una acción, la asociamos a una intención, de esta forma cada intención queda articulada a acciones específicas.

El neuropsiquiatra Jorge Téllez-Vargas plantea que el éxito de nuestra interacción social depende precisamente de nuestra habilidad para percibir las emociones y los procesos de conocimiento de los demás. 

En la misión Apollo 11, conocer al grupo de trabajo permitió a los líderes de equipo confiar más en sus colegas y estar dispuestos a delegar decisiones, pues cada miembro conoce las sutilezas de su propia área de trabajo. 

Los grandes amores nos sostienen

Como lo menciona James R. Hansen en su libro El Primer Hombre, Armstrong consideraba que no se podía comprender una vida sin remitirnos a sus orígenes, a las vidas de sus antepasados.

Por ello, quería que su biografía incluyera la historia de su familia, unos migrantes procedentes de Europa que buscaban mejores oportunidades en Estados Unidos.

Gracias a nuestras raíces vamos calibrando nuestra brújula interior, encontrando nuestro norte en un entorno social, con unas ideas, unas convicciones. 

La familia no nos determina, pero tiene la posibilidad de inspirarnos, de llenarnos de ilusiones, aprendizajes y memorias que nos hablan de quiénes somos, para saber desde dónde partir… Y seguir adelante en los momentos más cruciales.   

Armstrong, en la búsqueda por brindar sentido a la muerte de su hija, a causa de un cáncer cerebral, viajó al espacio con inquietudes sobre el más allá, pero la forma de brindar sentido a lo ocurrido la encontró más cerca: en el apoyo de su familia.

Su esposa Janeth y sus hijos, como se observa en la película First Man, fueron claves para atravesar esa fase dolorosa y enfrentar con nuevas fuerzas los retos que le esperaban fuera de la Tierra… 

Son entonces los amores más sólidos, un norte en toda su complejidad, como lo plantea Isabel Sánchez, lo que nos sostiene y nos da fuerza para continuar. 

Descarga el mapa de liderazgo colaborativo

Al hablar de líderes colaborativos es importante remitirnos a la historia de cada persona, lo que hay detrás de su creatividad, de sus potencialidades, mirarlas tal cual son: con sus debilidades, dolores, con un pasado y un presente, marcados por personas cruciales para perseverar en su travesía y hacer tangibles ilusiones en común… Después de todo, un líder (de verdad) nunca construye a solas… 

Para aprender a liderar en colaborativo y obtener resultados extraordinarios (con tu equipo de cosmonautas rumbo a la luna o más allá), descarga el mapa del liderazgo colaborativo desde aquí.

Sobre la autora

Juliana María Campo Yepes es estudiante de noveno semestre de Antropología en la Universidad de Antioquia, en Colombia.

Es miembro de la Fundación Colombiana de Ética y Bioética y aprendiz en BeForGet, en proceso de implementar en la propia vida las posibilidades de la cultura colaborativa. 

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