Por qué todas las personas somos colaborativas (aunque a veces no sepamos ponerlo en práctica)

Cultura colaborativa

En este artículo viajaremos unos cuantos milenios atrás para comprender cómo nuestra biología ha dejado huella en las formas de cultura colaborativa que vivimos en nuestra cotidianidad. 

La cultura colaborativa no es algo novedoso, de hecho, es algo que ponemos en práctica desde que somos Homo sapiens, una especie que empieza a caminar por las sabanas de África desde hace aproximadamente 300.000 años. 

Colaborar activamente entre nosotros es una de las particularidades que nos ha permitido adaptarnos a diversos entornos a lo largo y ancho del planeta.

Colaborativos desde el mismo nacimiento

Aunque suene insólito, para hablar de cultura colaborativa es clave que exploremos cuán difícil es el parto humano, un inconveniente vivido en todas las culturas. 

Las dificultades en el parto se deben a que, para caminar erguidos en dos piernas, nuestro cuerpo requirió que se redujera la anchura de la cavidad pélvica y a este cambio se le sumó el aumento significativo de nuestro volumen cerebral. 

En relación a los riesgos que implica el parto, las antropólogas biológicas Karen Rosemberg y Wenda Trevathanb afirman que las madres requieren asistencia en el nacimiento de sus hijos a diferencia de los primates no humanos, y esto hace que el parto sea un evento social, en vez de ser una experiencia solitaria. 

La antropóloga Esther Rebato afirma que estas características, que dificultan el parto en los seres humanos, pudieron haber conducido a que nazcamos muy inmaduros y a que gran parte de nuestro crecimiento y desarrollo transcurra fuera del vientre materno. 

Esta particularidad, tal como lo explica esta antropóloga, lejos de ser un obstáculo implicó para nosotros muchas ventajas.

El hecho de que el cerebro concluya su desarrollo en un ambiente externo es muy positivo por la cantidad de estímulos que puede recibir, lo que provocó el desarrollo actual de una enorme complejidad del sistema nervioso central, clave para el lenguaje articulado, la cultura y las relaciones humanas.

Esto indica que somos frágiles y dependientes en nuestra infancia, pero es así que podemos familiarizarnos tempranamente con un ambiente social de ayuda mutua.

El secreto del lenguaje

Un proceso clave que debemos comprender sobre el trabajo colaborativo en los seres humanos es el lenguaje.

El filósofo Ricardo Yepes Stork plantea que el lenguaje nos permitió salir de nosotros mismos y compartir nuestro mundo interior propio. De forma que, al intercambiar ideas, podemos cooperar en diversos proyectos.

El psicólogo Michael Tomasello plantea que la comunicación humana es de naturaleza cooperativa: que es motivada por la intencionalidad de un “nosotros”.

Colaborar al cuidar de otros: cuidados en la prehistoria

Podemos observar que aunque los retos de la existencia humana pueden implicar dolor y sufrimiento, a nivel evolutivo las dificultades pueden funcionar también como ventajas

Para comprender este punto, vale la pena remitirnos al tema del cuidado en la prehistoria, Lorna Tilley y Marc Oxenham, de la Universidad Nacional Australiana, recientemente han encontrado restos óseos que han evidenciado la supervivencia de sujetos con enfermedades que requieren atención y apoyo para la subsistencia.

Por lo tanto, se presupone la existencia de un trabajo en conjunto para el cuidado en situaciones de vulnerabilidad desde hace miles de años

Nuestros momentos de fragilidad, sean estos producto de una condición innata o debido a enfermedades que se van desarrollando, nos han permitido configurarnos como una especie que vive fundamentalmente en comunidad y no de forma aislada

Al cuidar, brindamos algo de nosotros mismos, nuestra forma particular de hacer las cosas, de tratar a los demás y el valor que les damos.

El arte de cuidar se vive también en los equipos de trabajo, donde brindamos algo de nosotros mismos al grupo que conformamos, en el cual vamos adquiriendo una identidad, unas tareas, reconocemos unas labores que nos apasionan, en las que damos también vitalidad a ese equipo, reproduciendo sus dinámicas, potenciándolas, para que pueda retroalimentarse y continuar en movimiento.

El trabajo colaborativo como arte 

Como seres humanos no producimos automáticamente, de hecho, cuando realizamos algo, creamos, es decir, traemos a la existencia realidades totalmente distintas a pesar de seguir unos mismos procedimientos. 

Ejemplo de ello son las recetas, se vierten los mismos ingredientes y se siguen los mismos pasos, pero de cocinero a cocinero el sabor cambia.  

A través de lo que hacemos, dejamos huella. Ricardo Yepes Stork, también afirma que, al ser seres dialógicos, los seres humanos necesitamos darnos, crear junto a otras personas y para otras personas.

Se supera así la dimensión netamente biológica interesada por la supervivencia, para centrarnos en otros niveles de relación: hablamos, compartimos, intercambiamos objetos, ideas, sentimientos, emociones. 

Como seres humanos, nuestras formas de actuar colaborativamente no solo están mediadas por un instinto biológico, sino también por un ámbito sociocultural

La cultura, como las adaptaciones biológicas, nos permite habitar diversos ambientes, adoptar ciertas formas de trabajo conjunto, dinámicas de alianza y negociación con otros grupos humanos, propias de diferentes contextos de vida.  

El valor de lo que hacemos no solo se remite a cuán útil es para nuestras necesidades básicas, sino que adquieren interés otras dimensiones: como lo estético, los significados culturales de ciertos objetos, el tiempo y la dedicación que invertimos en lo que creamos… El cariño con que se hace. 

Es así como ya no es importante sólo el qué, sino también el cómo.

A través de la cultura colaborativa forjamos y fortalecemos relaciones, empezamos a confiar en otros seres humanos y a crear en conjunto.

En este proceso nos hacemos inteligibles para los demás y nos conocemos a nosotros mismos, no solo como individuos, sino como sujetos en interacción.

Así que, la próxima vez que te sientas frágil o vulnerable y necesites una mano, recuerda que en medio de situaciones adversas nacieron esas particularidades que nos hacen humanos.


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Sobre la autora

Juliana María Campo Yepes es estudiante de noveno semestre de Antropología en la Universidad de Antioquia, en Colombia.

Es miembro de la Fundación Colombiana de Ética y Bioética y aprendiz en BeForGet, en proceso de implementar en la propia vida las posibilidades de la cultura colaborativa. 

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